Por Valeria Burgos Ortiz, profesora de la Facultad de Ciencias Religiosas y Filosóficas UCM.
Hace menos de un mes, el miércoles 08 de marzo se conmemoró, una vez más, la lucha de tantas mujeres en el transcurso de la historia por el reconocimiento de derechos fundamentales, que debiesen ser garantizados por los estados y las sociedades.
Las multitudinarias marchas que se desarrollaron a lo largo de nuestro país, en las que participaron activamente mujeres de todas las edades, elevando consignas, y expresándose mediante diversas representaciones artístico-culturales, nos hicieron sentir esperanzadas como mujeres, en la lucha contra la desigualdad, en la lucha por la toma de conciencia de las formas en las que habitamos y nos relacionamos unos con otros. Nos sentimos esperanzadas en nuestro anhelo de una sociedad donde la dignidad se haga patente y cesen, de una vez por todas, los femicidios, la discriminación y la violencia hacia la mujer que se evidencia diariamente en el discurso, en las normas y en las acciones.
Sin embargo, la misma noche del 8M en Concepción, se cometió el octavo femicidio consumado en nuestro país, contra Alejandra Palma Chávez, Magíster en Bioquímica y Bioinformática, estudiante de último año del Doctorado en Ciencias Biológicas de la Universidad de Concepción. A tres semanas de la conmemoración y de la muerte de Alejandra, el lunes 27 de marzo, se cometió un nuevo femicidio, esta vez en la Región del Maule, cuando Elsa Espinoza Garrido de 74 años murió a manos de su conviviente Baltazar González de 52 años, quién la asesinó brutalmente con un hacha, llevando a cabo el noveno femicidio consumado del año. Además, a la fecha, ya se han cometido 49 femicidios frustrados.
Estos hechos enlutan una vez más esta pelea que se da año a año y día tras día, y que, pese a las campañas de concientización, los proyectos de ley y los cambios generacionales, no revierte las cifras de feminicidio de los últimos cinco años: 42 femicidios consumados el 2018, 46 femicidios consumados el 2019, 43 femicidios consumados el 2020, 44 femicidios consumados los 2021 y 43 femicidios consumados el 2022 (SERNAMEG, 2023).
La cotidianidad se ve bombardeada por discursos categóricos de violencia sistémica, que defienden la subyugación de la mujer. Existe en Chile una ignorancia elegida, que no pretende ir más allá de aquellos discursos aprendidos por usanza. ¡Celebramos por costumbre y felicitamos un día que recuerda un genocidio! Como diría Albert Camus, cualquiera a la vuelta de la esquina, puede experimentar la sensación del absurdo, porque todo es absurdo. Hace unos años, paradójicamente, el cantante y compositor Alberto Plaza increpaba al feminismo aludiendo al cambio de denominación del 8M, mencionando que era la misma forma que el mundo se refería a las catástrofes: hay que entender, de una vez por todas, que la conmemoración por la lucha de la mujer no es una celebración como el día del niño, navidad o el día de la amistad. La fecha conmemora la muerte de cientos de mujeres, es la historia de la cólera y la injusticia que ha sufrido cotidiana y sistemáticamente un grupo de la sociedad, y que con el pasar del tiempo sólo se acumula por hechos que nos recuerdan que aún queda mucho por avanzar.
A las mujeres se nos permite sentir rabia sólo cuando muere una de nosotras, el resto del tiempo exageramos o somos extremistas de situaciones –que a ojos de algunos- le suceden a cualquiera. Es inadmisible pensar en agredir y violentar, incluso al punto de terminar con la vida de otra persona, pero es igualmente inadmisible justificar las situaciones de violencia y vulneración, expresando que solamente son situaciones aisladas o que se merecen de algún modo.
El feminismo es una transformación, una metanoia, un cambio en la manera de pensar y vivir.
Judith Butler, en la Conferencia Magistral que dictó en la UDP a fines del año pasado, sostenía que es irónico y doloroso que los movimientos sociales, entre ellos el feminismo y los movimientos LGBTIQ+ sean caricaturizados y tildados de totalitarios, cuando en realidad buscan mayor libertad, libertad para moverse en el mundo sin miedo a la violencia. La violencia de género comienza en los hogares, no tiene clase ni situación económica, y si bien entendemos que los procesos de cambio social, la mayor parte del tiempo, no avanzan con la inmediatez que se requieren, es importante hacerse cargo del problema y pensar de qué manera podemos contribuir a la erradicación de los comportamientos y actitudes machistas que oprimen y que dejan tras su paso rabia, impotencia y dolor.
Por Elsa, Alejandra, Margarita, Patricia, Ana, Mariela, Carmen, Nenerose, Diana, víctimas de femicidio en estos tres meses de 2023 y por todas las demás, para que en algún momento podamos decir, fue la última.